Negociar con Donald Trump nunca ha sido tarea fácil, y para la mandataria mexicana Claudia Sheinbaum se perfila aún más complicado dada su ideología y el historial del republicano con México. Durante su primera presidencia, Trump amenazó con aranceles y cierres fronterizos, mientras México, liderado por Andrés Manuel López Obrador, optó por ceder ante las presiones migratorias para evitar confrontaciones. Sin embargo, esta segunda etapa trae un escenario distinto y posiblemente más difícil, pues Trump ha adoptado un discurso más radical, cuenta con un mayor apoyo en el Congreso y ahora enfrenta a Sheinbaum, quien proviene de una formación política y cultural muy diferente a la de López Obrador.
Sheinbaum, que asumió el cargo el 1 de octubre, ya ha hecho gestos diplomáticos al felicitar a Trump por su victoria y asegurar que mantendrá un diálogo constructivo, aunque también ha enfatizado que no se dejará intimidar. Según Arturo Sarukhán, exembajador de México en EE.UU., el enfoque de Sheinbaum podría ser más ideológico y nacionalista, lo que podría complicar la relación en temas como migración, crimen organizado y comercio.
Uno de los principales desafíos será la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), en un momento en que Trump podría aprovechar ciertos cambios constitucionales impulsados por el gobierno mexicano para demandar renegociaciones. Además, la lucha contra el crimen organizado será un tema clave, y aunque Sheinbaum ha aumentado las incautaciones de fentanilo, el reto de restaurar la confianza en la cooperación en seguridad se mantiene latente, especialmente si Trump vuelve a exigir mayor control en la frontera y endurece las políticas contra el narcotráfico.
En este contexto, el futuro de la relación México-EE.UU. depende de cómo ambos países logren equilibrar sus intereses en medio de estos cambios y de la influencia de terceros países, como China, en la economía mexicana, un tema que preocupa a Trump.