El vasto e indómito océano ha ejercido históricamente una poderosa atracción sobre individuos con inclinaciones libertarias, quienes ven en sus extensiones sin fronteras un espacio para la realización de aspiraciones de autonomía, la posibilidad de reinventarse y la elusión de las regulaciones gubernamentales. Esta visión ha impulsado a muchos a concebir la creación de "micronaciones" soberanas en aguas internacionales, territorios auto gobernados al margen de las leyes de las naciones establecidas.
Un lugar que ha capturado particularmente la imaginación de estos visionarios es el Banco Saya de Malha, una extensa meseta submarina cubierta de vegetación marina y salpicada de pequeños arrecifes de coral. Situado en el Océano Índico, entre Mauricio y las Seychelles, este banco se encuentra a cientos de millas más allá del alcance jurisdiccional de cualquier estado nación, lo que lo convierte en un lienzo aparentemente ideal para la materialización de sus ambiciosos proyectos.
En 1997, el arquitecto Wolf Hilbertz y el biólogo marino Thomas Goreau se aventuraron a este remoto enclave. Tras zarpar desde Victoria, la capital de Seychelles, navegaron durante tres días para alcanzar el Banco con la intención de materializar su visión de una "micronación" soberana a la que planeaban denominar Autopia, un lugar que se construiría a sí mismo.
Equipados con paneles solares, andamios metálicos y materiales de construcción, iniciaron la tarea de edificar su utopía marina.
Posteriormente, en 2002, Hilbertz y Goreau regresaron al Banco Saya de Malha, esta vez acompañados por un equipo multidisciplinario de arquitectos, cartógrafos y biólogos marinos de diversas nacionalidades, a bordo de tres veleros. Su objetivo era continuar la construcción de su asentamiento, planeando erigir viviendas sobre los arrecifes de coral existentes y fortalecer las estructuras de acero mediante el proceso Biorock patentado por Hilbertz, que consistía en la electroacumulación de minerales disueltos en el agua de mar para crear un sustrato ideal para el crecimiento coralino y la vida marina.
Sin embargo, los planes iniciales de Hilbertz y Goreau finalmente se vieron frustrados por la falta de financiamiento. Dos décadas más tarde, el empresario italiano Samuele Landi retomó la idea de una "micronación" en el Banco Saya de Malha, proponiendo una estructura diferente: una gigantesca barcaza flotante que se mantendría fuera del alcance de la extradición y las fuerzas policiales terrestres. Landi, prófugo de la justicia italiana por cargos de fraude, visualizaba una ciudad flotante autosuficiente compuesta por múltiples barcazas que albergarían a miles de residentes en lujosas villas y apartamentos para el año 2028, incluso considerando medidas de defensa como la instalación de una ametralladora Gatling.
A pesar del entusiasmo y la inversión de figuras como Peter Thiel en el movimiento del "seasteading" (comunidades autónomas en el mar), la historia de los intentos de crear micronaciones en alta mar está plagada de fracasos. Proyectos como la República de Minerva y Operation Atlantis se desmoronaron ante la intervención de naciones con reclamos territoriales o las implacables fuerzas de la naturaleza. La trágica pérdida de Samuele Landi y su tripulación en 2024, cuando su barcaza Aisland fue destrozada por una ola gigante, sirve como un sombrío recordatorio de los desafíos inherentes y los peligros potenciales de intentar establecer asentamientos permanentes en el impredecible entorno del océano.