Por qué tenemos pesadillas cuando miramos películas de terror

¿Te has encontrado alguna vez girándote en la cama, el corazón latiendo con fuerza, reviviendo en la oscuridad las horripilantes escenas que hace unas horas te mantenían al borde del asiento? No es casualidad. Las películas de terror no son solo un pasatiempo para los amantes de la adrenalina; son una bomba emocional que detona en nuestra psique y cuyos ecos resuenan, a menudo de la forma más siniestra, en el santuario de nuestros sueños.

La clave reside en la brutalidad con la que estas narrativas asaltan nuestros sentidos. Nos inyectan directamente en la vena dosis concentradas de miedo, ansiedad y sorpresa. Estas emociones primarias, lejos de evaporarse con los créditos finales, se enquistan en nuestro cerebro, manteniéndolo en un estado de alerta incluso cuando buscamos la paz del sueño. Es como si la sombra del monstruo, el grito ahogado o la imagen grotesca se negaran a abandonar el teatro de nuestra mente, esperando su momento para reaparecer en el escenario onírico.

Pero no solo se trata de la descarga emocional inmediata. Las películas de terror, con sus atmósferas opresivas y sus criaturas de pesadilla, activan nuestra ancestral respuesta de "lucha o huida". Nuestro cuerpo libera un cóctel de hormonas del estrés, preparándonos para una amenaza que, aunque ficticia, se siente visceralmente real. Esta agitación interna dificulta la transición hacia un estado de relajación profunda, predisponiendo nuestra mente a un sueño inquieto y, potencialmente, plagado de visiones terroríficas.

En última instancia, nuestras pesadillas post-terror son un testimonio del poderoso impacto que estas narrativas tienen en nuestro subconsciente. Son el eco oscuro de los miedos que hemos permitido que se filtren en nuestra mente, una forma en que nuestro cerebro intenta procesar y asimilar las intensas experiencias vividas. Así que la próxima vez que te atrevas a desafiar la oscuridad de una película de terror, recuerda que sus sombras podrían seguirte hasta la cama, danzando en los confines de tus sueños más profundos.